Los dos sabíamos que buscaba el otro, pero ninguno se lanzaba, yo por malas experiencias que tuve en el pasado, y tú, creo que porque no me conocías.
Nos fuimos a tu piso, a pasar la tarde, yo no tenía nada pensado que hacer contigo, pero pude apreciar tus intenciones, más o menos, intuí lo que sucedería, allí estábamos hablando en tu cama, no sé como pasamos de las palabras al silencio, fuiste tu el que me callaste con tus besos, nunca antes tuve las sensaciones que descubrí contigo, fue simplemente maravilloso.
Los besos que me dabas hacían un recorrido que empezó en mis labios, luego pasaron por mi cuello, de ahí subiste a mi oreja, no me di cuenta de lo mucho que te gustaba mi pendiente, pero sí que me dabas mordisquitos en el lóbulo, al mirarme en el espejo, me di cuenta que te gustó el pendiente, porque este estaba de una forma, la cual no era igual a la que cuando empezamos a darnos besos, besos que dieron lugar a caricias, caricias que dieron pie a roces, roces que bajaron el volumen para convertirse en susurros, susurros que nos recorrían las orejas, dieron comienzo a miradas cómplices, miradas cayadas, pues los dos sabíamos lo que sucedía en ese momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario